jueves, 30 de junio de 2011

Mi medio sueca e Ikea

Ayer os comentaba que A. se fue con dos amigas al Ikea y eso me ha dado pie a la entrada de hoy.

Mi mujer es medio sueca. Y ella no lo sabe. Es oír (o leer) la palabra "Ikea" y las glándulas salivales empiezan a trabajar a destajo produciendo litros y litros de líquido, vamos que se pone a babear de forma incontrolada. Es muy feliz cuando llega a casa el catálogo Ikea de la nueva temporada. Con él tiene lectura asegurada para un buen tiempo (y eso que es una lectora impenitente). Si ya es feliz así, imaginaos cómo lo es el día que consigue ir a cualquiera de los dos establecimientos que tenemos relativamente cerca. Ahí ya se transforma y es capaz de cualquier cosa. Y si va con la posibilidad de gastar dinero es el no-va-más.

En donde vivimos existe una iniciativa por parte de los comerciantes de la ciudad para animar a comprar en los establecimientos del gremio que consiste en repartir unos cupones cuando la compra en uno de estos establecimientos adheridos supera cierto importe. Después se hace un sorteo y el agraciado/a dispone de un cheque por importe de 6.000 € para gastarlo a su antojo en un plazo de un día en cualquiera de estas tiendas. El diario local se hace eco del acontecimiento con un extenso reportaje del ganador del sorteo gastando ese dinero. Más de una vez he imaginado que fueran los suecos de Ikea los que llevaran a cabo esta iniciativa y que fuera A. la afortunada. Sería la mujer más feliz del mundo. Yo iría detrás de ella con varios carritos y ordenando lo que ella va seleccionando. "Mira qué cojín tan mono para el cuarto de Ma.", "ohhhh, ¿no me digas que no es precioso este marco de fotos?", "¿has visto qué chulada de paragüas? Coge 8", "Necesitamos otra vajilla". Éstas y otras por el estilo, serían las frases más usadas durante su frenesí comprador.

Creo que le gusta todo lo que se pueda encontrar en Ikea. A veces estoy tentado de buscar en la planta de los pies de mis hijos el logo que confirme que, al menos alguno de ellos, lo compramos allí.

Nuestra casa daría para varias páginas de su catálogo. No porque sea un ejemplo de decoración, sino porque está llena de sus productos. Yo tenía entendido que cuando uno se casaba amueblaba su piso gracias a Ikea. Después, el mero paso del tiempo y la consiguiente estabilidad económica (¡já!), iba cambiando la decoración del hogar, aquellos muebles de Ikea iban desapareciendo para dejar paso a otros de mayor categoría. Pues andaba yo totalmente equivocado. Somos un ejemplo de todo lo contrario, cada vez hay más cosas adquiridas en la multinacional sueca y estoy convencido que en una remota ciudad sueca existe un monumento a mi mujer, premiando así su fidelidad a la marca. Y digo yo, ¿por qué no nos agradecen esto enviándonos un cheque en lugar de esa estatua? Seguramente porque habría que gastarlo en Ikea.


Ayer, por cierto, recibí una llamada telefónica que me hizo mucha ilusión. Un amigo que hacía tiempo que no sabía de él, me llamó y estuvimos hablando un buen rato. Me tenía preocupado el muchacho. 

Aprovecho para deciros que ayer A. me regaló un bañador y ropa interior. Los gayumbos son tan bonitos que no sé si a partir de ahora me pondré pantalones. No sé.

miércoles, 29 de junio de 2011

29 de junio

Hoy es el santo de mi hijo P. y hasta en esto han cambiado los tiempos. Quizá porque antes de casarme vivía en una ciudad cuyo patrón es uno de los santos de hoy y se le daba una importancia mayor (es festivo allí) o por el progresivo avance del laicismo en nuestra sociedad (o por ambas, y otras, cosas), pero lo cierto es que ahora es un día más.

No es que quiera dar pena a mis (escasos) lectores pero el día ha sido (está siendo) de lo más normalito. Esta mañana no ha habido nada especial en el desayuno. Los niños se han ido a su peculiar campamento. A., que hoy tiene fiesta, se ha ido con dos amigas, M. y J, al Ikea y yo he comido en casa solo, más solo que la una. Eso sí, se reciben muchas más llamadas y mensajes. Y se agradecen.

martes, 28 de junio de 2011

Salir o no de vacaciones

Parece ser que finalmente pasaremos unos días de vacaciones en Lastanosa, aquel pueblo de Los Monegros en el que pasamos unos días allá por el mes de agosto de 2009. Nuestros amigos Je. y M. nos han conseguido una casa en esa localidad a la que, año tras año, ellos acuden. La diversión está asegurada.

Nosotros estamos encantados con el plan y los niños también. La idea de pasar unos días en familia y con amigos es de lo mejorcito. El año pasado estuvimos solos y acabamos echando de menos "un diálogo de adultos" como muy bien lo definió A.

Hace unos días -antes de saber si iríamos o no a Lastanosa- me preguntaba uno de mis hijos que a dónde iríamos de vacaciones. Le contesté la verdad, que no lo sabíamos. Insistió en preguntar que por qué no íbamos a Lastanosa y le expliqué que no dependía de nosotros, que era preciso que hubiera un casa libre. Cuando vio peligrar esa opción insistió en preguntar a dónde iríamos. Su cara se transformó cuando le contesté con total naturalidad diciendo que nos quedaríamos en casa. No se lo podía creer.

Pe, pe, pero ¿cómo que a ningún sitio? ¿Es una broma, ¿no?, decía.

No, pero no pasa nada, estaremos igualmente de vacaciones y haremos planes, le contesté.

El tío no se lo creía y hasta se entristeció cuando vio que iba en serio. No sé, a veces pienso que no se dan mucha cuenta -o no quieren darse cuenta- de cómo está el patio. También recuerdo los veranos de mi infancia (nada traumáticos por cierto) en los que nunca salíamos de  vacaciones. Eso sí, éramos socios de un Club deportivo y nos pasábamos allí casi todo el día. Recuerdo que no podíamos ir al club hasta que no hubiéramos hecho los encargos que cada uno de nosotros teníamos. Una vez allí, nos bañábamos, jugábamos a tenis, partidillos de fútbol, etc ... ¡y con más niños!. No éramos los únicos que no nos íbamos. Había gente que sí lo hacía: 15 días a un apartamento a la playa (acostumbraban a ser familias con pocos hijos), 1 mes al pueblo del padre o de la madre, pero otros se quedaban todo el año allí, como nosotros.

Quizá ahora esto ha cambiado mucho y el que no sale es idiota. No sé, pero me sorprendió la reacción (de incredulidad) de mi hijo

lunes, 27 de junio de 2011

sentido común

Soy de la opinión de que en lo que respecta a la educación de los hijos cada uno hace lo que (buenamente) puede. Existe gente que se dedica a dar consejos (aunque no se los pidas) acerca de cómo es preciso actuar ante una u otra situación. Otros van más allá y simplemente se limitan a corregirte cuando creen que has hecho algo mal. Espero no haber caído nunca en ninguna de estas dos situaciones.

Sin embargo, como en la mayoría de las cosas en la vida, existen unos mínimos que cualquiera está capacitado para entender porque son de sentido común (ya sé que es el menos común de los sentidos, pero bueno). Otra cosa es que luego quieras hacerlo, pero saberlo, (casi) todos lo sabemos. Por ejemplo, sabemos que a un niño hay que educarlo en recoger su cuarto después de haber jugado, pero eso nos lleva más trabajo. Es mucho más fácil recogerlo uno mismo que intentar que sea tu hijo el que lo haga. Por lo visto yo soy de los que tiendo a actuar así, según me ha hecho saber en más de una ocasión A. Y seguramente tiene razón. Está claro que yo debo ser de esos "comodones" que prefiere recoger los juguetes a tener que "pelearse" con el niño para que los recoja.

Ayer, durante otra barbacoa (ya lo sé, Modestino, esto no debe ser bueno), hablábamos sobre casos de "educadores familiares" (esta expresión, reconozco, ya me cuesta asimilarla) que, como su nombre indica, se dedican a aconsejar o enseñar a otros cómo afrontar la educación de sus hijos y mientras tanto, su casa es un desastre. Gracias a Dios son pocos los casos, pero, como las meigas, "haberlos haylos". Os puedo decir que, de verdad, da pena, mucha pena. Los pocos casos que conozco son gente buena que, animados por un noble instinto de ayudar a los otros, han descuidado lo más próximo. Además, si hablamos en términos estrictamente marketinianos, es un auténtico desastre porque, el que conoce esa situación, automáticamente piensa (modo ironía ON) "Sí, sí, ya veo lo bien que va esto que nos cuentas, sólo hace falta ver a tu familia" (modo ironía OFF)

Ya me estoy enrollando otra vez, cuando lo que quería contaros (y me ha dado pie a esta entrada) es la situación de la que he sido testigo directo este mediodía. Iba yo por la calle con mi camisa de manga larga, mi corbata y mi americana cuando he visto a una mujer con sus dos hijos pequeños. La mujer tendría treinta y pico años y los niños 3 y 5 aproximadamente. Estaba ella apoyada en una pared (supongo que descansando un poco de este calor que, a tenor de los comentarios y noticias en la tele, nunca antes habíamos tenido) y el pequeño de sus hijos se alejaba de ella. La madre le decía, "Ven para acá" y el niño -lógicamente- ni caso. La siguiente frase de la madre ha sido "Ven pacá o no vas a Eurodinnei". El niño, ni caso. Es entonces cuando la madre, con un absoluto desprecio del sentido común o en una muestra de su agotamiento psíquico, le ha dicho "Ea!, yastá, no vas a Eurodinnei. Ehtáh castigao". El niño, como quien oye llover, ni se ha inmutado.

Ya sé que el primer pensamiento que os viene a la cabeza es que cualquiera va a Eurodisney (yo también me he preguntado lo mismo, pero ha quedado inmediatamente contestada al recordar que nosotros no hemos ido). Pero, por favor, no dejéis que el árbol os impida ver el bosque (tenía ganas de escribirlo, lo siento), lo preocupante de esta situación es que la mujer le soltara eso a su niño. ¿Alguien en sus cabales cree que el niño obedecerá ante tal amenaza? El niño en cuestión -que está en sus cabales- ha sido el primero en no creerse a su madre.

Lo que decía, sentido común.

Es cierto también que es mal fácil verlo en cabeza ajena que en la propia, pero ese es otro tema.

sábado, 25 de junio de 2011

Un campamento peculiar

El jueves fue el primer día de las vacaciones escolares, el drama para muchas familias.

Nosotros los apuntamos a un curso de verano que organiza el propio colegio y que abarca las tres primeras semanas del mes de julio, pero antes de que empiece hay una semana suelta en la que no sabes qué hacer con los niños. A. y J. (la mujer de D., el irlandés) han organizado unos "campamentos" en su casa. Los mayores, ayudados por el hijo de unos amigos nuestros, se encargarán de ocupar a los más pequeños con actividades diversas. Los no tan pequeños irán con nuestro hijo P. y J. (el hijo de estos amigos) a un club deportivo que hay cerca de casa de D. y J., mientras que los más pequeños se quedarán al cargo de Ma. y otra en su casa. Hay que decir que su casa es grande y tiene piscina, así que la diversión está asegurada. Mañana, durante una barbacoa, habrá una "reunión" para preparara este campamento.

Decía que es un drama para muchas familias porque es complicado organizar algo así y los padres suelen trabajar (el que tenga la suerte de hacerlo), así que ya os podéis imaginar cómo van los abuelos durante estos días: como locos cuidando nietos.  También somos conscientes de la suerte que tenemos nosotros de contar con unos amigos con una casa en la que puedan organizarse y, sobre todo, tan generosos como para permitir que se haga. Podrían, tranquilamente, ocuparse de que sus hijos estén cuidados y no complicarse organizando esto.

Este (largo) fin de semana ha empezado el entrenamiento de las próximas vacaciones de verano. Digo largo porque ayer era festivo (San Juan). Ayer nos pasamos media mañana ordenando la casa porque no os podéis imaginar lo de libros y libretas que se amontonaron en casa. Con la ayuda de los mayores, hicimos montones separando los libros que se pueden reciclar (parece que, poco a poco, se va entendiendo en los colegios aquello de utilizar libros que puedan ser utilizados por un hermano cuando el anterior ha acabado un curso), de los que no y tirando libretas completadas. Como siempre han quedado unas cuantas con hojas suficientes como para no ser lanzadas, pero insuficientes como para utilizarse el próximo curso.

Ya por la tarde nos fuimos toda la familia a jugar a padel y a bañarnos a la piscina. Cuando llegamos a casa, cenamos y vimos una película con aquel disco-duro-reproductor multimedia de 1 Tera (hay que ver la cantidad de películas que caben allí)

jueves, 23 de junio de 2011

Caradura (¿o debería decir insolidario?)

Tengo un compañero de trabajo (aquel que aquí os cité en el último párrafo de la entrada) que, además de reunir en una misma persona aquellas cualidades, es un caradura. Os explico. El despacho se encuentra en un lugar rodeado de la llamada "zona azul", aquella fórmula recaudatoria establecida en tantos municipios de nuestro país. Pues bien, este compañero es de los que viene a trabajar en coche y aparca justo enfrente del despacho (en zona azul, claro) sin poner el correspondiente ticket. Como estamos en unos bajos, cada cierto tiempo se asoma para ver si ha llegado el/la vigilante de la zona azul y cuando llega, sale corriendo a la puerta y empieza a silbar y a gritar que lo ha dejado allí un momento y que ahora mismo se va. La mayoría de las veces cuela y el vigilante le quita la denuncia que ya le estaba colocando en el parabrisas de su vehículo.

Yo, la verdad, no puedo con este comportamiento y en más de una ocasión así se lo he hecho saber. Pero si sorprendente es eso aún más es el hecho de que cuando el vigilante le quita la denuncia él reniega en voz baja y se queja de que tiene que salir y sacar el coche de ahí (no os creáis, la mayoría de las veces da una vuelta a la manzana y espera a que se vaya el vigilante para volver a aparcarlo allí). Otras veces va a la máquina expendedora y saca su ticket. También lo hace quejándose.

Pero lo más increíble es el día que por no haber estado atento le han puesto la multa. El cabreo es monumental. Empieza preguntando a los demás compañeros que por qué no le han avisado (claro, deberían ser vigilantes del vigilante, digo yo) y después maldice a "todo lo que se menea" -usando su mismo lenguaje- porque le han multado.

He llegado a la conclusión de que no es consciente de que esa actitud constituye un fraude y una falta de respeto hacia los demás ciudadanos. En ocasiones, comentamos con los compañeros esta actitud y todos coincidimos en el dineral que se debe haber ahorrado con este comportamiento y nos reímos cuando lo recordamos enfadado porque se ve obligado a poner ticket o a pagar la multa.

No sé por qué escribo hoy sobre esto y más teniendo en cuenta que esta noche se celebra la Verbena de San Juan que, como sabéis, por estas latitudes significa una noche de hogueras y petardos hasta las tantas y habría sido más propio escribir sobre esta costumbre y no sobre ese compañero.


miércoles, 22 de junio de 2011

El graduado

No, no voy a hablar de la película que lleva este mismo título, sino del acto de graduación al que asistimos ayer con motivo de que JP ha finalizado sus estudios ... de P5.

La cita era a las 18,30 h en el colegio y yo me fui antes del despacho para estar allí a la hora acordada. JP estaba vestido para la ocasión y repeinado como un San Luis. Como el curso lo forman 102 niños y niñas decidieron dividir en dos el acto, así que a la primera de las sesiones previstas estaban los del B y el C. Los padres ocupamos nuestros asientos y al rato aparecieron los niños y niñas detrás de sus profesoras. Subieron al estrado y ocuparon sus sitios. A los padres nos repartieron un díptico con los nombres de todos los niños, el texto de las canciones que cantarían y el poema que recitarían. Después, las profesoras recitaban unos breves versos sobre cada uno de los alumnos y, al decir su nombre, se levantaban, les colgaban una medalla y les entregaban el texto de esos versos. Es entonces cuando, siguiendo las indicaciones del fotógrafo, daban un paso adelante y les hacían una foto. 

Cuando le tocó el turno a JP, en lugar de mirar a la cámara se puso a leer el papel que le habían entregado. No había manera que mirara al frente y eso provocó las risas de los asistentes. Acabado el acto, los niños se iban con las profesoras hacia el patio y detrás los padres. Ahí es cuando JP se cruzó porque se le había roto la medalla. A. tuvo que arrastrarlo mientras él berreaba hasta llevarlo junto a sus compañeros. Imagino que fueron los nervios que llevaba acumulados (varios días de ensayo, lo atípico de estar a esa hora en el colegio, sus padres entre el público ...). 

En el patio les invitaron a un helado y de allí nos fuimos a una conocida hamburguesería que JP llevaba tiempo rogándonos que lo lleváramos. Le duró un rato ese mal humor, hasta que llegamos allí. Era el rey del mambo, él solo con sus padres (o sus padres solos con él) y su juguetito del menú infantil, un personaje de "Kung Fu Panda 2" entre sus manos. Poco a poco se le fue pasando el berrinche y conseguimos pasar un buen rato.

Nos dieron una foto de JP y, la verdad, estaba muy guapo, pero como es en formato papel (como las de toda la vida, vamos) no puedo colgarla en esta entrada que, de verdad y haciendo una excepción, estaba dispuesto a hacer. Si consigo escanearla o en formato digital, prometo colgarla más adelante.

Pues eso, hemos pasado una etapa más: nuestro 5º hijo ya ha acabado P5 y, a tenor, de la celebración, no sé qué pasará cuando alguno de ellos (espero que así sea) acabe su carrera universitaria.

martes, 21 de junio de 2011

¡Vaya finde!

Este pasado fin de semana ha sido completo y hemos acabado rendidos (el motivo, en parte, por el que no escribo desde el viernes es éste). 

El sábado por la mañana acompañé a Q. que tenía partido de fútbol. Es cierto que ya ha finalizado la temporada, pero ahora se disputan varios partidos amistosos para ... ¡llenar el tiempo! ¡Como si no tuviéramos nada más! Después del partido nos fuimos corriendo a casa de P. y E. que nos invitaron a una barbacoa. ¡A toda la familia! Aunque a simple vista puedan parecer unos inconscientes, se agradece -y mucho- que todavía haya quienes nos inviten a todos, pues normalmente la familia numerosa es "non grata" en muchas casas. A veces lo entiendo, pero ... Lo pasamos muy bien y P. nos preparó unas hamburguesas talla XXXXL. Era imponente el calibre de las mismas, que te obligaba a abrir la boca como nunca antes lo había hecho, con un  evidente riesgo de que se me desencajara la mandíbula y el consiguiente traslado a urgencias totalmente boquiabierto. No quiero ni imaginarme la escena en la sala de espera de Urgencias con la boca totalmente abierta y sin saber dónde mirar.

A mitad de sobremesa, tuve que acompañar a Mi. a una población cercana, a casa de un amigo para hacer un trabajo (multidisciplinar, creo que le llaman). P., el anfitrión, se ofreció a acompañarme y el trayecto fue mucho más agradable.

Cuando ya nos despedimos, llegamos a casa y los mayores se ocuparon de los pequeños porque A. y yo nos íbamos a casa de unos amigos: J. y N. que estrenaban casa con ... ¡sí, una barbacoa! La casa, impresionante. La compañía también. Fue una velada muy agradable que acabó hacia las 3 de la madrugada.

El domingo A. se levantó temprano y se fue a Misa de 9. Yo, un pelín más tarde (la edad no perdona) y preparé el desayuno para A. y los niños. Después fui a Misa de 11 con Mi. y Q. porque Ma. y P. se fueron a casa de mis suegros a estudiar (supongo). Después de Misa, corriendo al colegio de los niños donde se organizaba un plan con las familias de la clase de Mi. El plan empezaba con un partido de fútbol-sala padres contra hijos. Ya sabéis, un clásico. Todo fue bien (incluso ganamos) hasta que un niño (medio irlandés para más señas) optó por lanzar una "patada voladora" yendo a impactar en mi tibia izquierda.

Gracias a Dios no hubo barbacoa, sino que cada familia se encargaba de preparar algo (más o menos organizado) para comer. Comimos en unas mesas construidas con tablones y caballetes a la sombra de unos pinos. Lo pasamos muy bien y la sobremesa muy entretenida.

Si alguno cree que ya se acabó se equivoca. De allí -directamente y sin pasar por la casilla de salida- nos fuimos a casa de una hermana de A. donde había preparada una merienda (hasta aquí puedo leer) que ponía la guinda al fin de semana.

Dentro de un rato me voy al colegio porque es la fiesta de graduación de JP, que acaba P5 y pasa a 1º de Primaria. Aunque parezca mentira he tenido que esperar al 5º de mis hijos para asistir a una de estas celebraciones, no por nada, sino porque los demás cursaron P5 en otro colegio que no organizaba estas cosas.

viernes, 17 de junio de 2011

¿Debería preocuparme?

En anteriores ocasiones ya os hablé de mi clienta turca.

Pues bien, la cosa se está complicando. Ahora me pide que le lleve otros asuntos (es una auténtica campeona y tiene abiertos diversos procedimientos) y cuando le dije que no podía, pues el Servicio de Asistencia Jurídica Gratuita sólo me había designado para llevarle un tema concreto, me amenazó con pagar mis honorarios (por supuesto ella es quien establece el importe y los plazos para pagarlos), además, como no tiene dinero, ya me irá pagando. Mientras me dice todo esto, no para de llorar y de decirme que soy una "ekselente perssssona" y que quiere mucho a "mis pequeñines" (el día que vino al despacho vio la foto de los niños y desde entonces no para de pedirme que les dé besos y recuerdos), que sólo confía en mí y en otra abogada de Barcelona.

Yo, que tengo pinta de tipo duro, no puedo con estas cosas, me ablando y ... cojo el tren y me desplazo a la población en la que están los Juzgados donde tiene abiertas varias causas y voy solicitando información acerca de cada uno de los procedimientos. La mayoría de las veces me encuentro con un/a funcionario/a que me dice que está archivado y que necesito personarme para darme copia de las actuaciones.

Lo peor, sin duda, es cuando me llama por teléfono. Ayer, sin ir más lejos, me tuvo 1 hora y 8 minutos a la escucha (bueno, cuando repetía historias, aprovechaba para trabajar en otros asuntos). Hoy, sin embargo, se ha batido un récord absoluto. Hemos hablado 2 veces y la conversación de la segunda de las llamadas ha durado 8 minutos. ¡Increíble!

Hoy me ha llamado su hijo (sí, sí tiene un hijo de cuarenta y pico años), pero por lo que me dijo ella y por la conversación mantenida con el vástago, enseguida percibes que la relación materno-filial no es modélica.

No sé si soy un sentimental, pero me da pena, mucha pena. Estoy seguro que no está en sus cabales, pero es una situación que me entristece mucho y no puedo evitar escucharla e intentar ayudarla.

Si a alguno le parece preocupante esta situación, eso no es nada. Hoy mismo me han designado como abogado de una chica que quiere reclamar una pensión alimenticia a su padre. Tendré que estudiarme el tema, pero al parecer ella tiene 33 años y una minusvalía superior al 33%. Me ha contado que su madre se suicidó cuando ella tenía 20 años y ahora padece una depresión y un problema de personalidad. Durante la conversación telefónica mantenida esta tarde, sin venir a cuento, me dice (sic) "pero yo, de higiene personal, bien". No sé si ya me estoy acostumbrando a este tipo de conversaciones, pero lo cierto es que no le he dado mucha importancia. Al cabo de un rato me ha dicho que ahora está acampada frente al Ayuntamiento con los indignados (si supiera que los indignados ahora somos nosotros y que además lo estamos con ellos ...), pero que ella es muy limpia y "se desmarca de todo tipo de violencia". El lunes saldré de dudas, pero el panorama es desolador.

Esta mañana -para que entendáis por qué hoy estoy un poco susceptible con el tema- se ha presentado en el despacho otra clienta del Turno de Oficio a la que le llevo una ejecución hipotecaria instada por una entidad bancaria. Como el tema está ya en las últimas (ya se celebró la subasta y se la adjudicó el acreedor), ha venido a recoger documentación que le interesa para otros frentes judiciales abiertos. Ha empezado a decirme que le parezco un gran profesional, una persona que le inspira absoluta confianza, etc, etc... y también me ha amenazado con "contratarme" para un tema que tiene pendiente.

Según mis compañeros de trabajo, ésta tampoco está muy bien.

¿Por qué sólo me halagan y felicitan estas personas?

jueves, 16 de junio de 2011

Leopoldo Abadía

Hace poco tiempo estuvimos en una conferencia que Leopoldo Abadía dio en el colegio de los niños. Como sabéis, es el autor de libros como "La crisis ninja" o "¿Qué hace una persona como yo en una crisis como ésta?", el mismo que se ha hecho famoso entrado ya en años y hablando a la gente -con un lenguaje inteligible- sobre economía. Él es el primer sorprendido del cambio que ha experimentado su vida.

Era la segunda vez que tenía la oportunidad de oírle y, como en la primera, no me defraudó.

Nos dijo -con esa gracia tan característica- que si alguno de nosotros oye a alguien vaticinando la fecha de caducidad de la crisis, que no le creamos porque miente. Nadie sabe cuándo acabará la crisis. Este mensaje que puede parecer el no va más del pesimismo, lo enlaza con que debemos aprender a vivir con la crisis. Se manifiesta harto de que en todas las conversaciones -por triviales que parezcan- salga a relucir en un momento u otro la famosa crisis. Enseguida me vino a la cabeza esa típica conversación que desde hace algún tiempo se inicia con el clásico:

¿Qué tal, cómo estás?

Bueeeeno, aquí, aguantando el chaparrón.

Leopoldo Abadía nos animaba a saber convivir con la crisis. ¿Que es complicado? Nadie lo niega, pero, bueno, es lo que hay. Yo no lo interpreté como una especie de estoicismo (con una pátina de cinismo, que nos impide alcanzar la virtud), sino, al contrario, como una llamada a seguir viviendo nuestra vida en unas circunstancias concretas.

Otra cosa de la que nos habló y con la que A. y yo nos sentimos muy identificados fue de las familias numerosas. Y no nos sentimos identificados porque nosotros también lo seamos, sino porque dijo que él ha estado cuarenta y cinco años en crisis (creo que él tiene 14 hijos). Esto mismo lo habíamos comentado A. y yo en diversas ocasiones, que a nosotros la crisis también nos afectaba, pero no tanto porque llevábamos así ya varios años.

Una cosa de las que dijo y que al principio me llamó la atención fue criticar aquel discurso que dice que hay que volver a la "cultura del esfuerzo". Yo, que era uno de los que aplaudía esta idea, me quedé pasmado al oír a Leopoldo Abadía diciendo que eso era una tontería. Sin embargo lo que quería decir (y así lo aclaró) es que, según él, no existe otra cultura. Por tanto, decir eso es una obviedad. Pues mirado así, tiene razón.

Toda la conferencia estuvo impregnada de detalles muy graciosos, como cuando empezó su charla diciendo que "Desde hace un tiempo tengo amigos famosos. Ahora soy amigo de Risto Mejide, Mojinos Escozíos y otros. Y son todos ellos, tíos muy trabajadores", De ahí que más adelante dijera lo que dijo de la "cultura del esfuerzo".

Pues nada, deberemos hacer el esfuerzo de aprender a convivir con esta crisis.

martes, 14 de junio de 2011

Un (menos) indignado millonario

Desde que se instauró el euro como moneda de curso legal, ser millonario es mucho más difícil o, dicho de otra manera, se ha de tener mucha pasta para ser millonario. Si no recuerdo mal, con la peseta llegué a ser millonario cuando pedía un préstamo para comprar un piso. Eso sí, la alegría duraba lo que tardaba el empleado del banco en entregar un cheque a la parte vendedora y si tenemos en cuenta que ese cheque no llegó a estar nunca en mis manos ...

Bueno, hoy leído que un indignado de la Puerta del Sol ha sido agraciado con 1.300.000 € en el sorteo de la Primitiva. Al parecer, este individuo que prefiere mantenerse en el anonimato (¡qué ganas tenía de escribir esta frase!), validó su boleto a través de internet y no se enteró de que había sido premiado hasta pasado el fin de semana porque había estado acampado en Sol.

No tenemos muchos datos, la verdad (es lo que tiene "mantenerse en el anonimato"), pero un tío que acampa sólo el fin de semana, no sé, me parece poco indignado. Me recuerda más bien al que tiene una segunda residencia en la montaña y se va allí el fin de semana diciendo que no aguanta más la ciudad y que lo hace para protestar el tráfico de la gran urbe. Hombreeee, ¡qué morro! Tú te vas a tu casa de la Cerdanya porque allí se está de miedo.

No sé qué lemas gritaría este indignado o qué pancartas portaría, pero de lo que estoy seguro es que, en el caso de haberlo hecho, habrá olvidado rápidamente todo eso y le parecerán, como por arte de magia, eslóganes de lo más chocho, caduco y trasnochado que diría aquél. Coinciden algunos medios de comunicación en destacar que, tras conocer su suerte, ha manifestado que quiere ser empresario. Bueno, bueno, bueno. Ya tenemos a otro que, no se sabe muy bien por qué, habrá cambiado su opinión acerca de ese "asqueroso explotador" que es el empresario. Quizá ahora lo vea como un creador de empleo.

Existen muchas otras cosas de las que nuestro amigo se estará arrepintiendo, pero sólo he querido plasmar las primeras que me vienen a la cabeza.

Alguno pensará que la envidia me corroe. No es cierto, no me corroe aunque tampoco negaré que no habría estado mal recibir ese "pellizquito" para .... ¡efectivamente! ... para "tapá aguhero"

lunes, 13 de junio de 2011

45 años de matrimonio

Tal día como hoy, hace 45 años, se casaron mis padres en Sevilla.

Mi padre llevaba un chaqué que se hizo a medida en un sastre de la ciudad y que era de franela. ¿Cómo lo sé? Porque yo me casé con ese mismo chaqué (bueno, con mi mujer, pero llevando ese mismo chaqué). Yo, que me casé un 31 de julio y pasé un calor horroroso, imagino cómo lo debió pasar mi padre un 13 de junio en Sevilla con ese chaqué. Él fue más listo y se casó a las 9 de la mañana, mientras que yo lo hice a las 6 de la tarde, las paredes del templo habían absorbido todo el calor y nos lo tenía guardado para nosotros.

Después de la ceremonia, un desayuno. Y de viaje de novios, a Portugal con un Seat 600 que les prestaron. Al año siguiente nació vuestro primer hijo, y al otro el segundo (el mejor, sin duda) y al otro la tercera y al otro el cuarto. Tres años después del nacimiento del cuarto, llegó el quinto y al año siguiente el sexto. Y cuando ya no os lo esperabais, después de dos embarazos que no llegaron a buen puerto, nació la séptima (la hija-nieta, como la llama mi padre). Ya han pasado 45 años desde aquel día. ¡Quién os lo iba a decir! Recuerdo como si fuera ayer cuando celebramos vuestras bodas de plata y estamos a las  puertas de las de oro. El tiempo pasa volando. Habéis hecho mucho: 7 hijos y, de momento, 19 nietos (y el 20 en camino).


Muchas gracias por todo.

domingo, 12 de junio de 2011

Festival del colegio

Ayer estuvimos en el Festival del colegio para ver la actuación que JP y S. llevaban unos cuantos días preparando.

El lugar elegido era el pabellón polideportivo, gran acierto teniendo en cuenta la meteorología de estas últimas semanas. De esta forma una no tan imprevisible lluvia no habría deslucido el espectáculo.

Dejamos a JP disfrazado de duende y a S. de pajarito en el lugar y la hora acordada y A. y yo nos dispusimos a buscar un lugar desde el que disfrutar de la actuación. Entramos en el polideportivo y comprobamos que estaba abarrotado. Sólo nos acompañaron P. y Mi., porque Q. jugaba un partido de fútbol y Ma. tenía que estudiar. P. y Mi. se buscaron la vida y desaparecieron, mientras que A. y yo encontramos dos sillas vacías en la cuarta fila. Por delante nuestro bastantes cabezas de padres, madres y abuelas de los niños.

Llegó la hora y empezaron a salir niños disfrazados de duendes. A. y yo movíamos el cuello como locos buscando a JP, cuando de repente, A. exclamó "¡Ahí está!". Yo lo buscaba con la mirada y A. me dijo "Míralo, está allí, es el guapo". Eso es amor de madre, no dijo "es el más guapo", sino "el guapo". Después salió S. y -cómo no- también lo hizo muy bien.

Durante la actuación de los demás cursos me estuve fijando en las reacciones del resto del público. Me sorprendió el elevadísimo número de cámaras fotográficas y de vídeo allí concentradas. El gesto más repetido por los padres era el de levantar el dedo pulgar mientras que con la otra mano sujetaban la cámara. Entre las madres, sin embargo, abundaba el gesto de llevarse la palma de la mano a la boca, besarla para inmediatamente después despegarla de ahí.

Las abuelas, ay las abuelas, merecen un párrafo para ellas solas. Aplaudían a rabiar (tocara o no), se levantaban de la silla con una agilidad discordante con la edad que marca su DNI, gritaban cuando creían que su nieto les había visto y comentaban cualquier detalle del festival con la vecina de asiento, normalmente su hija y madre de la criatura.

Se agradece -y mucho- la duración del espectáculo que hizo todo mucho más llevadero y agradable.

Aviso: Que nadie busque a un niño guapo en la foto, está bajada de internet y no tiene nada que ver con el festival de ayer.


jueves, 9 de junio de 2011

El guante

Ayer nuestro hijo P. me pidió que escribiera una entrada sobre el guante y yo, obediente, así lo hago.

Hace más de un año, estaba P. navegando por internet buscando cualquier noticia relacionada con el fútbol y más concretamente con el Sevilla. Encontró un blog de un tipo muy futbolero (como él) y admirador de Arconada, aquel mítico portero de la Real Sociedad de San Sebastián y de la selección española. Al parecer también es sevillista y enseñaba fotos con casi todos los jugadores de la plantilla, amén de presentarse como amigo de alguno de ellos.

Como P. es un auténtico fan de Palop, el portero del Sevilla y vio que el bloggero lo conocía, me comentó este hecho. Según me recuerda P. le animé a que le escribiera un correo electrónico diciéndole que le gustaba mucho Palop y que si le podía enviar un autógrafo suyo. Total, que así lo hizo. Al poco tiempo le contestó diciéndole que hablaría con él y que creía que no habría ningún problema para hacerle llegar un guante de Palop.

La cosa fue alargándose en el tiempo y P., con absoluta paciencia, le iba enviando correos periódicamente para recordarle su promesa. A mi, la verdad, me daba un poco de pena la situación. Veía la ilusión de P. en ese asunto y la aparente dejadez de aquel chico que, sin ser consciente de ello (creo), había creado unas expectativas extraordinarias en mi hijo.

Sin embargo, el martes, cuando llegué a casa a mediodía, me encontré un sobre grande con mi nombre. Extrañado, miré el remitente y no fui capaz de reconocerlo, aunque en el fondo ese nombre me resultaba familiar. Enseguida caí en la cuenta de que se trataba de aquél que le hizo la promesa a P. Por la tarde, cuando P. llegó a casa, abrió el sobre y ... ¡allí estaba! Era un guante de Palop con una inscripción que decía "Para (nombre y apellido de mi hijo) de tu amigo Palop" y, a continuación, su firma. P. no cabía (ni cabe) en sí de gozo y tiene ese guante expuesto en su habitación como si se tratara de una reliquia (a veces me da miedo que cuando rece lo haga mirando al guante en lugar de la imagen de la Virgen que también está en su cuarto)

miércoles, 8 de junio de 2011

Objetividad

Está claro que todos tenemos unas ideas, una forma de ver las diferentes situaciones de la vida que, aunque no lo queramos, nos hace ser subjetivo en nuestras valoraciones. Y eso -creo yo- es bueno. No sé por qué tenemos metido en la cabeza que la "objetividad" es lo ideal, pero eso nos llevaría a no decantarnos por una u otra posición en innumerables casos. Además, el tener unas ideas (mejor si son propias) nos hace más libres, nos hace pensar por nosotros mismos y, por ende, nos lleva a estar fuera de esa enorme corriente de "aborregados" que hoy en día impera en nuestra sociedad.

Yo soy el primero que muchas veces, al empezar una frase, utilizo esa expresión de "objetivamente ..." Y eso nos ocurre con cualquier cosa, desde nuestra opinión en una jugada concreta de un partido de fútbol hasta en una opinión acerca de una decisión política. Queramos o no, nos dejamos llevar por nuestras simpatías o antipatías hacia ese equipo o hacia ese partido político y nuestro razonamiento discurrirá dentro de los parámetros marcados por nuestra ideología, tendencia o como queramos llamarle.

Como decía, creo que eso es bueno. Imagino que objetividad y coherencia debe estar muy ligado y eso nos llevará a valorar positivamente una acción de un partido político que se encuentre en las antípodas de nuestro pensamiento, así como a criticar las decisiones del más próximo a nosotros.

Me parece que, a estas horas de la mañana, me he metido en un berenjenal del que no sé salir (a no ser que borre toda la entrada, cosa que no me apetece) y se trata más bien de razonamientos propios de tertulia de café, sin ninguna enjundia.

He empezado así porque quería explicaros que el otro día, caminando por la calle, fui testigo de un hecho nada extraordinario pero que, dadas las reacciones que presencié, me dio qué pensar. Iba yo por la acera muy cerca de un Instituto de Educación Secundaria cuando, al llegar a un cruce, observé a un coche que se detenía para ceder el paso a los que circulaban por su derecha. Inmediatamente detrás de ese vehículo, circulaba un cliclomotor conducido por una chica. Al parecer, el primero de los coches invadió un poco el carril por el que circulaban los vehículos a los que debía ceder el paso, por lo que empezó a retroceder un poco muy lentamente hasta conseguir tirar al suelo el ciclomotor y su conductora que se encontraba justo detrás. Como no era nada grave (aparte del enfado de la joven conductora de la moto), seguí mi camino y pude oír las siguientes reacciones:

- Un grupo de chicas que observaron el incidente decían "¿Es tonta o qué?, ¿cómo se le ocurre pegarse tanto al coche?"

- Un grupo de chicos decía: "Ése tío es imbécil. ¿Que no la ha visto?"

Como veis, ambos grupos vieron lo mismo y la opinión de cada uno de ellos era radicalmente opuesta al otro.

Viniendo de quien venía cada una de las opiniones, dudo de la "objetividad" de las mismas. Los chicos defendían a la chica y las chicas al hombre que conducía el coche. No sé por qué, pero me dio la sensación que había algo más, no sé, como unas ideas preconcebidas sobre cada uno de los intervinientes en el suceso.

¿Mi opinión? No sé, quizá hubiera una "concurrencia de culpas". El conductor del coche invadió el carril que debía atravesar y eso hizo que tuviera que corregir su posición retrocediendo hasta hacer caer el ciclomotor y la chica se arrimó demasiado a ese coche.

Quizá he intentado ser objetivo...


lunes, 6 de junio de 2011

La electricidad y yo

Como os comenté en mi anterior entrada, mi hermano mayor ha estado este fin de semana aquí: había que adecentar el piso en el que pasará junto con su familia parte de este verano y, si Dios quiere, otras temporadas en el futuro. Por eso pasamos parte del sábado en IKEA (por si alguien tenía alguna duda, a este establecimiento sólo puede irse entre semana) y el domingo, junto con A. y Ma., ayudándole a montar alguno de los muebles adquiridos.

Al final no fue necesario montar ninguna lámpara aunque, si hubiese sido necesario, me habría armado de valor y lo habría hecho. Sé que no tiene gran mérito esto (hasta yo lo he hecho), pero para una persona como yo, a la que le da pavor todo lo relacionado con la electricidad, no está nada mal.

Mi miedo se remonta a cuando yo tenía 6 años (quizá 7, pero de lo que estoy seguro es que estaba en 1º de EGB) y estaba en casa. Mi abuela materna vivía con nosotros y esa tarde estaba yo especialmente pesado aunque desconozco el motivo. Lo que recuerdo perfectamente es que había una lámpara enchufada -hasta aquí, todo normal-, pero sin bombilla. ¿Por qué no tenía bombilla? Pues no lo sé, la verdad. Lo cierto es que yo conocía esa circunstancia y recuerdo decirle a mi abuela que si no me dejaba o daba lo que quería, metería la mano en el lugar que debía ocupar la bombilla. Mi abuela que, o desconocía que no había bombilla, o pensaba que era idiota y, sobre todo, que no sería capaz de hacerlo, me contestó algo parecido a "tú mismo".

Acabada la respuesta de mi abuela, me dirigí a la lámpara y cumplí mi estúpida amenaza: junté los dedos en la parte superior de los mismos (si intentáis hacerlo con la parte inferior, veréis que es imposible, a no ser que los tengáis sueltos) como queriendo hacer la figura de un huevo y ...

Salió una especie de luz azul, se apagó la luz de toda la casa y pegué un alarido que habría estremecido al hombre más insensible que pudiera existir sobre la faz de la tierra. El siguiente recuerdo que tengo es a mi madre haciéndome curas durante varios días con unas gasas impregnadas en lanolina o algo por estilo que aliviaba mucho. Hasta hace bien poco recordaba el nombre de estas gasas que venían presentadas en una pequeña caja metálica.

Recuerdo también que en el colegio no podía hacer caligrafía, así que estuve algún tiempo leyendo cuentos mientras mis compañeros completaban esos famosos cuadernillos de caligrafía.

Todavía tengo algún recuerdo de aquella tontería, unas pequeñas marcas en cada uno de los dedos, salvo el pulgar, de mi mano derecha.




viernes, 3 de junio de 2011

En la T1

Aquí me tenéis en el aeropuerto de Barcelona recogiendo a mi hermano mayor que viene de Colombia, donde vive. Como el vuelo desde Bogotá a Barcelona hacía escala en Madrid, ha cogido el puente aéreo y yo, que hace años que no lo uso, me he ido a la Terminal C, la de toda la vida. Pues no, ahora salen y llegan en la T1, en esa tan nueva, tan chula y...¡tan apartada!

Esto, la verdad, está muy tranquilo, demasiado tranquilo, tanto que casi se oye mi dedo golpeando la pantalla del móvil mientras escribo esta entrada.

Otra historia será encontrar el coche.

(ahora mismo están dando ese aviso, en varias lenguas, de que tengamos nuestras pertenencias controladas, ¿lo dirán por mi móvil o por mi camisa de manga larga?)

Intento subir una foto que he hecho, pero soy incapaz de hacerlo.

PS Uno de los primeros en salir ha sido Pedro Solbes. Imagino que volaba en clase bussines, como ahora es Consejero de Barclays ...

jueves, 2 de junio de 2011

En la Notaría

Quizá porque ya no soy tan joven o porque uno va adquiriendo experiencia o por cualquier otro motivo, pero lo cierto es que cada vez tengo más próximos a los demás. Antes, me bastaba con ver a alguien mayor que yo para pensar que estaba un escalón por encima ya fuera en conocimiento, experiencia o lo que fuera (no tiene nada que ver con el respeto que, además de debérselo a todos, con más motivo si es mayor).

A veces -inconscientemente- me pasa (o pasaba) con ciertos colectivos: Jueces, notarios ... Ahora, como decía, los veo más cercanos. También ellos han cambiado su actitud respecto a mí. No es lo mismo cuando yo era un pardillo que asistía a los juicios en defensa de compañías aseguradoras con una bisoñez propia de mi edad que ahora (que sigo siendo un pardillo aunque con unos cuantos años más). Aunque sólo sea en el trato, éste ha cambiado mucho.

Me estoy desviando del tema. Quería explicaros una anécdota (muy tonta) que me ha ocurrido hoy y que tiene como protagonista a uno de estos personajes a los que guardaba cierta (e infundada) veneración.

Acompañaba a unos clientes a la Notaría para firmar una escritura de manifestación y aceptación de herencia. La complicación radicaba en que, además de ser 8 hermanos los herederos, 6 de ellos residen en Francia aunque, a excepción de los dos últimos que únicamente son franceses, tienen la doble nacionalidad, francesa y española, lo que confundió al oficial de la Notaría y sólo exigió que obtuvieran el NIE a los "franceses" y no a los demás que, aunque españoles, por el hecho de no residir en España, precisan de un NIE para aceptar la herencia. Al final se ha solventado como buenamente hemos podido y quedamos a expensas de recibir esos famosos números de identificación.

Bueno, a lo que iba. Como hoy es festivo en Francia, se han desplazado los 6 hermanos allí residentes para aceptar los bienes que su padre tenía aquí en España. El Notario, un hombre accesible a pesar de su profesión, ha intentado departir con ellos y cuando han comentado que habían venido aquí aprovechando que hoy es festivo en Francia ha preguntado: "Ah, ¿sí? Y ... ¿qué día es hoy?"

Uno de ellos le ha dicho "La Ascensión", mientras una de las hermanas que vive en España añadía "Es que en Francia son más católicos que aquí".

Hasta aquí todo normal. El problema ha sido cuando el notario, espero que únicamente en un intento de hacerse más próximo al cliente, ha sentenciado "Ahh, claro, allí tienen a Sarkozy, que es de Misa diaria ... y que ha dejado embarazada a la Bruni". Mientras decía esto, lo hacía con una sonrisa picarona en la cara y mirando al personal.

Cualquier duda que pudiera tener acerca de la "veneración" que "merece" cualquier colectivo ha quedado del todo disipada y, sobre todo, este profesional del Derecho me ha demostrado muy poca cultura general.

miércoles, 1 de junio de 2011

LinkedIn

Para el que no lo sepa, LinkedIn es un sitio web orientado a negocios, una especie de red social profesional.

Hace ya tiempo que me di de alta en esta web y lo único que he conseguido es aumentar el número de contactos y seguir un poco más de cerca las trayectorias profesionales de aquellos conocidos que, por circunstancias de la vida o lugares de residencia, tengo más distantes. No he conseguido ningún cliente a través de esta red y una vez contactó conmigo un abogado alemán (de origen español) que debía llevar un asunto en España. Después de varios mensajes y varios meses, no volví a tener noticias suyas hasta que me llamó por teléfono (más de un año después) el abogado de una compañía mercantil (la contraria para entendernos) para intentar alcanzar un acuerdo, pues en no sé qué documento figuraba mi nombre como abogado del perjudicado. Me puse en contacto con el abogado alemán y, sin disculparse por las molestias, ni agradecerme la información que le trasladaba, ni darme muchas explicaciones, me volvió a explicar un rollo ininteligible por el que no llegó a cuajar la colaboración (de hecho no llegó ni a empezar). Después de esa anécdota no me ha extrañado nada el affaire de los pepinos (es cierto, cualquier titular de esta noticia de "los pepinos", está llamado a ser objeto de burla y escarnio) iniciado por Alemania en una ... no sé cómo decirlo ... precipitación en su diagnóstico.

Lo que quería explicar es lo que me pasó ayer con este red de contactos profesionales. Me encontraba yo en el despacho cuando me llegó un correo electrónico en perfecto inglés animándome a invitar a nuevas personas a formar parte de mi red de contactos. Sé que lo hice todo muy rápido, pero de lo que estoy seguro es que seleccioné a la gente que quería que se le remitiera la invitación (unos pocos, la verdad).

Desde entonces no he parado de recibir aceptaciones a esa invitación de gente a la que no había seleccionado, otros a los que ni sabía que eran contactos míos, otros que no sé ni quiénes son. Alguno me ha llamado por teléfono preguntándome qué es eso. Mi suegra, que hoy me había invitado a comer y que tiene 83 años, estaba muy interesada en que le explicara para qué servía la invitación que (inconscientemente) le había cursado.

Deduzco que lo que ha hecho esta red social es coger, no sólo mis contactos de mi cuenta de correo electrónico, sino incluso a aquellas personas que aparecían copiadas en algún correo que algún día recibí de alguien. Podéis imaginar que el envío de invitaciones a formar parte de mi red ha sido masivo.

Prefiero no pensar mucho en eso y espero, sobre todo, no recibir ningún correo electrónico o llamada telefónica de algún abogado alemán que necesita de mi colaboración en un asunto.